El fútbol no es sólo talento. No se limita a la buena visión de juego ni a la habilidad con la pelota en los pies. El éxito dentro del deporte es multifactorial y así lo explica Claudio Marrupe, un entrenador tucumano que cambió las canchas de la Liga Tucumana por la altura de Bolivia.
El destino no sólo es una adaptación geográfica, sino romper o modificar los preceptos que dominan a la cultura futbolística del país; una tarea que no siempre fue lograda con éxito.
La historia de Marrupe con Bolivia se inició el 31 de diciembre de 2010. El entrenador arribó como una apuesta de Gerardo Rosado, quien era presidente de Guabirá. “Llegué al club con varios chicos que había dirigido en los equipos de la Liga. Marcos Ovejero y Jorge Díaz venían de Jorge Newbery; mientras que a Sebastián Pol lo saqué de Ñuñorco. Al año siguiente decidí llevar a Alexis Bravo y Ariel Aragón, que también venían de la Liga. Siempre tomé esa postura porque tengo plena confianza de que Tucumán es un semillero de talento”, recuerda.
Claro; para ese entonces, el DT había pasado por varios clubes de la provincia aunque su mayor logro lo había conseguido en 2004, cuando se consagró campeón con Central Norte.
Hoy, a 13 años de aquella decisión, Marrupe oficia como director deportivo de dos clubes que juegan en el ascenso boliviano. “Trabajo en una empresa de Rodrigo Osorio, que es el representante que maneja a casi la totalidad de los jugadores del país. Tiene dos equipos: San Felipe, que compite en la Asociación Cruceña, y Los Zorros, que juega en los torneos Interprovinciales. Los dos son muy buenos y tienen un gran nivel. Lo que hace es poner a los jugadores en vidriera para venderlos a futuro”, describe.
El entrenador asegura que Santa Cruz es la principal fábrica de futbolistas del país. “Al ser un lugar que está a una baja altitud, es más fácil que los chicos encuentren canchas para jugar y por ende hay mayor formación. Es más, todos los clubes de Bolivia tienen jugadores cruceños. En la altura es difícil encontrar canchas con césped natural y la mayoría son de sintético”, comenta.
Esta situación deriva en que el campeonato cruceño sea uno de los más seguidos por los hinchas bolivianos. Claro; el mismo es la vía principal para disputar la Copa Simón Bolívar, un torneo similar a la Primera Nacional. “Hay 16 equipos afiliados, pero está parado hace tres meses. Jugamos cinco partidos y se suspendió porque Sebastián Marset, un narcotraficante, compró a El Torno FC y él jugaba en ese equipo. Después de que lo desafiliaron, las investigaciones siguieron y se dieron con que el presidente de la Asociación Cruceña, Noel Montaño, estaba implicado en el caso. Incluso, lo habían habilitado a Marset en un día, cuando el trámite debe realizarse en 20 más o menos. Además presentó documentación brasileña, que no era válida. Todo eso desató un descontrol, porque si bien a la medida la tenía que seguir el vicepresidente, hubo clubes que exigieron la renuncia de todos los clubes. Esos equipos decidieron no presentar a sus equipos y se paró todo. No sabemos cuándo se va a reiniciar; es todo un caos político”, explica.
Según Marrupe, el paso por Guabirá estuvo lleno de experiencias gratas, pero también de sorpresas. El DT confesó que encontró grandes talentos en el fútbol del altiplano, pero que no terminaron de explotar. “En Bolivia hay el mismo talento que en Argentina. El problema está en lo formativo, que no necesariamente pasa por la pelota porque eso sí lo tienen. Mirá lo que fueron Marco Etcheverry, Álvaro Peña o Milton Melgar, que llevaron a Bolivia a un Mundial. También podría sumar a Erwin “Chichi” Romero, que fue otro gran jugador. Creo que pasa por la educación y por la disciplina. No me refiero a que hay que tenerlos con látigo, sino que tienen que aprender a decidir entre lo que hace bien y lo que hace mal. Ninguno se cuida con las comidas; consumen mucha chatarra y fritura”, afirma antes de recordar una curiosa anécdota de los “azucareros”. “En 2010 un jugador que estuvo en la selección boliviana que le ganó 6-1 a Argentina en La Paz protagonizó un hecho insólito. Era un futbolista muy conocido acá; que siempre cuenta la misma anécdota: ‘me sacaron del cabaret a las 6 de la mañana y la goleé a Argentina’, decía a menudo. Jugó todo el partido y fue una máquina, pero esa mentalidad frágil dejó de lado las cosas importantes. Y, por lo general, no siempre las cosas salen ‘redonditas’”, detalla.
El carnaval, por otro lado, es uno de los grandes atractivos que tiene Bolivia. Sin embargo, el entrenador reconoce que es un problema para desempeñar su labor. “Cuando llegué no sabía cómo era. Me acuerdo que les di libre un sábado al medio día para que mis jugadores disfrutaran, pero fue la peor decisión que tomé. El lunes cuando llegué al entrenamiento no podía entrar al vestuario por el olor a alcohol que había. Habían festejado hasta horas antes porque tenían los codos y las orejas pintadas; algunos ni se habían acostado. Al año siguiente los encerré en un convento y eso no les gustó a cinco jugadores, que empezaron a hacer camarilla. Esa fue la causa por la que me fui de Guabirá”, confiesa.
“Uno de ellos, Diego Bejarano, jugó hasta hace poco en la selección boliviana. Me acuerdo que su padre, que era maestro, me imploraba que lo tuviese en cuenta porque lo habían dejado libre de The Strongest. Me hizo un quilombo (sic) que no te das una idea; cuesta muchísimo lidiar con los jugadores bolivianos”, agrega.
Asimismo, Marrupe considera que la indisciplina no sólo es responsabilidad de los jugadores, sino de las malas decisiones dirigenciales. “Ellos también tienen parte de la responsabilidad porque apañan estas situaciones. Hacen que no reciban sanciones y causen más y más problemas. No entienden que hay muchas cosas en juego: el trabajo del cuerpo técnico, los demás jugadores, el club que invierte dinero… En definitiva, todos perdemos”, sentencia.
Por otro lado, el DT consideró que los equipos extranjeros aprendieron a jugar en la altura. “Ya les sacaron la ficha. Los bolivianos siempre eran los que salían a esperar a los rivales, para que se caigan por el factor de la altura. Eran pacientes. Pero hoy los equipos visitantes empiezan a manejarle la pelota sin hacer demasiado desgaste. Eso hace que los locales se desesperen y tomen decisiones incorrectas”, comenta.
Marrupe también criticó la falta de un proyecto serio dentro del fútbol nacional. “Van detrás de la última moda. Si Argentina sale campeón jugando de una manera, van a intentar imitarlo. Pero, no entienden que la Selección tiene determinadas características como el buen pie, con jugadores aplicados que le permiten implementar ese estilo de juego”, indica, mientras asegura que en Bolivia se aplica un sistema mixto. “Hay equipos que tienen dueños y otros que son de los socios, como Oriente Petrolero, Guabirá o Blooming. Lo otro que es bastante llamativo es que la mayoría de los estadios son municipales y los clubes no tienen todas las divisiones inferiores. Eso hace que el fútbol continúe atrasado con respecto al resto del continente”, puntualiza.
Más allá de ello, asegura que Bolivia es un sitio con grandes oportunidades económicas para los futbolistas. “Hay jugadores de la Asociación Cruceña que cobran entre U$S 1.500 y U$S 2.000. Los menores cobran U$S 300, pero el estándar es de U$S 1.000. En la segunda categoría ese monto se triplica, y en Primera División ni hablemos. Es mucho más”, expresa.
Por último, Marrupe deja en claro que todavía tiene un sueño pendiente en su carrera: dirigir un grande de la provincia. “Lo único que me queda es poder llegar a Atlético o a San Martín. Ya dirigí todo lo que pude en Bolivia. No me llamaron nunca, pero espero poder cumplir ese deseo en algún momento”, cierra, con la esperanza de regresar a la provincia y de poder ser profeta en su tierra.